En mayo de 2008 Dimitri Medvedev se convierte en presidente de Rusia, intercambiándose con Vladímir Putin el cargo de primer ministro. Unos pocos meses después, en agosto, la primera cita es una guerra, en Georgia. En mayo de 2012 Putin vuelve a ser presidente y, dos años después, la duradera crisis ucraniana desemboca en una guerra verdadera por el control del Donbás. Mientras tanto Moscú se ha asegurado Crimea y, con ella, la base naval de Sebastopol. Desde septiembre de 2015 comienza la intervención rusa en Siria. Finalmente, el 24 de febrero de 2022, la invasión de Ucrania abre una página violenta y trágica de las relaciones europeas y mundiales. Por lo tanto, Rusia en guerra no es un título efectista, sino la síntesis de un elemento que es característico de la política rusa durante los últimos quince años, un hilo de su evolución. Esto se entrecruza, y a veces se retuerce, con otros elementos: por encima de todos, la no superada dependencia de Moscú del sector energético, síntesis de un problema, una reestructuración a menudo puesta en marcha pero nunca finalizada. Un tercer filón está relacionado con la forma estatal. La simplificación recurrente es la del autoritarismo contrapuesto a la democracia occidental. Dado que los comportamientos autoritarios en el sistema político ruso son evidentes, es más útil individualizar las determinaciones. Con seguridad para ese objetivo es más eficaz la concepción marxista, que reenvía a las «variaciones y gradaciones» de la democracia. En este cuadro se puede colocar el concepto de democracia soberana, tal y como se autodefine la forma política rusa específica, en la cual no debe perderse el nexo con las relaciones internacionales. Este es el Estado imperialista ruso, hoy empeñado en la guerra de reparto de Ucrania. Y es el Estado que debe garantizar la explotación de los 65 millones de asalariados que, como sus compañeros de las metrópolis occidentales, en las jornadas electorales se abstienen de manera creciente, desvelando de esta manera la verdadera naturaleza de instrumento de representación de los intereses burgueses. Con esta forma política la clase dominante rusa intenta hacer valer sus intereses imperialistas en la época de tensiones inéditas que tenemos delante: sólo el tiempo dirá con qué resultados.

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